Me gustan los relojes de Cartier porque son especiales. La historia del Pashá, en particular, la considero fascinante. Nacido por los deseos de un emperador, se convirtió en un icono de la alta relojería. Su más reciente versión es mi favorita porque mantiene las líneas que lo han mantenido como un reloj de culto, pero con un aire más fresco.
En 1931, el pashá de Marruecos, Thami El Glaoui, necesitaba un reloj especial. Uno que fuera “hermético”, que le sirviera para bañarse en su piscina, sin correr el riesgo de perder la noción del tiempo.
De este capricho -que podría ser insignificante- nació una idea y llegó el punto de partida de una pieza que está rodeada de misterio y elegancia (al parecer, el noble militar era uno de los más fieles seguidores de la casa joyera).
Este reloj, que estaba elaborado en oro, fue el primer guardatiempo con corona enroscada y el primero resistente al agua. Sin embargo, el modelo no se lanzó al mercado sino hasta 1985.
Este año fue una revolución, con la llegada del Pasha 38. Esta pieza se convirtió en un objeto de culto para toda una generación. Aunque solo medía 38 milímetros, la percepción es que era una pieza grande que incorporaba una doble corona para hacerlo resistente al agua e impedir que se colara dentro del interior de la pieza.
En 2020, Pasha se renueva pero mantiene las líneas que lo han mantenido como un ícono desde la década de los 80: ese juego entre el cuadrado de la minutería, y el círculo de la esfera al que se añade, además, la corona con forma de cadena y una espinela azul o un zafiro.
Sin embargo, esta vez se mejora con las correas de acero, oro y piel, que pueden intercambiarse fácilmente gracias al sistema QuickSwitch, que permite cambiarlos sin necesidad de usar una herramienta, con un empujón basta.
Patricia Olivares Taylhardatt Directora Editora Geot On Time y Velvet Magazine